TIME LOST:

SERIES & BULLSHIT #2: WHITE LINES

Una mierda pinchada en un palo. No creo que exista una mejor definición para White Lines, una serie que demuestra la facilidad con la que las plataformas tiran el dinero con tal de mantener bien surtida a su parrilla con cualquier tipo de producto. En un mundo ideal, en el que las empresas se toman en serio su trabajo de supervisión y control de la calidad, el responsable de la contratación de esta serie habría sido despedido de inmediato y condenado a cincuenta latigazos. Mira que he visto series malas, pero lo de ésta ha sido doloroso hasta el punto de tener que tomarme un protector gástrico antes de cada capítulo. He de reconocer que ha habido algo de masoquismo por mi parte, ya que cada vez que una serie me produce síntomas compatibles con una hernia de hiato, corto por lo sano y no veo ni uno más. Pero claro, White Lines trata de Ibiza…, y eso para mí es sagrado.

Hay series malas que las ves por regocijarte en lo malas que son, pero en White Lines no hay un salvavidas, no te puedes agarrar aunque sea a lo absurdo, se trata de un producto barato y sin sentido. La llamada “magia del cine” consiste en hacernos creer que en la pantalla ocurren cosas que no están ocurriendo. En esta serie las inexactitudes, los prejuicios, el humor zafio, los tópicos y los errores son constantes, logrando que te pongas de mala ostia. Algunas series aunque su calidad no sea la mejor, te conquistan con pequeñas cosas para que mantengas el interés. El capítulo 1 de White Lines es una invitación directa a no ver ni uno más.

Desde el comienzo es una catarata de estereotipos y flipadas. Unos vaqueros cabalgan por Almería y se encuentran un cadáver que tras unas lluvias torrenciales ha sido desenterrado. La guiri hermana de la víctima aparece en la escena de exhumación, a escasos veinte centímetros del esqueleto, rodeada de la guardia civil y al fondo los vaqueros observando la acción….un cuadro. El policía español es completísimo, una mezcla entre Torrente y Franco (les faltó el palillo) que habla un casi perfecto inglés. Tras comprobar a través de un tatuaje que la víctima era su hermano, la guiri y su acompañante van a aliviar sus penas a….¡la taberna del pueblo vaquero! Qué mejor sitio para expresar tu dolor en paz y tranquilidad que una taberna del oeste. La cosa no queda ahí, aún es peor. Tras una pequeña discusión con el policía mientras suena una pianola de fondo, la guiri sale de la taberna y avanza por el pueblo hasta que se encuentra con un repartidor de bebidas que baja el material de su furgoneta de los años 80. Y sin ponerse colorada le pregunta: Disculpe, ¿sabe cómo puedo llegar a Ibiza? Jajajajaja, con dos cojones. Para que siga el disparate se sube en la furgoneta y recorre las carreteras almerienses a ritmo de los Gipsy Kings (más y más estereotipos) decidida a resolver el misterio de quién asesino a su hermano.  Ésta es solo una pequeña parte del capítulo 1, en el que también aparecen en escena la tradicional familia poderosa y mafiosa ibicenca (sin rastro de acento eivissenc), su jefe de seguridad sacado de los descartes del casting de 300, un DJ inglés traficante de mediana edad que parece más un tío de un pueblo de Burgos que un guiri, y un montón de flashbacks sobre el chaval asesinado con cara de haber comido un yogurt caducado.  No quiero hacer más spoilers, porque la serie es tan mala que ni siquiera se merece eso. Es uno de esos trabajos que su destino debe ser el mayor olvido o en su defecto la destrucción de todas las copias, archivos y guiones existentes.

Una de mis mayores frustraciones es cada año encontrarme con series o películas decepcionantes con Ibiza como protagonista. Desde mi condición de paciente del síndrome de Estocolmo causado por la isla, me da rabia que nadie de estas industrias haya sido capaz de exprimir el potencial de Ibiza en general y del mundo clubbing en particular. Porque al final todas las producciones que se llevan a cabo caen en los mismos lugares comunes y repitiendo una y otra vez las mismas fórmulas facilonas y sensacionalistas. El mundo, el submundo, incluso la historia de la isla son tan ricos que un guionista un poco avispado sería capaz de reflejar el universo tan especial y tan estimulante que se vive en este pequeño pedazo de tierra anclado en el mediterráneo. Por cierto, en White Lines ni siquiera han respetado la localización, ya que muchas escenas y lugares que muestran no están en Ibiza, están en Mallorca.

Álex Pina es el creador y el escritor de la serie. Y aunque el producto que ha presentado es una bazofia, he de reconocer que es un crack. Y lo es porque ha sabido entender lo que la mayoría de soñadores son incapaces de ver: no pienses en la calidad de tu trabajo, solo si le va a gustar al responsable de contratación de una cadena o plataforma de televisión. Porque Álex es un experto en productos populistas repletos de efectos previsibles, no hay sorpresas ni emoción sincera, ya que la mayoría de sus series y proyectos cinematográficos están basados en la taquilla basura. Por favor Álex, la próxima que quieras hacer algo sobre Ibiza y sobre la cultura clubbing, déjate asesorar por los expertos. Con lo que has ganado y estás ganando con La Casa de Papel podrías habértelo currado más.

¿Desde Series & Bullshit te recomendamos el visionado de White Lines? Por supuesto que sí. En las series como en la vida no todo puede ser felicidad, hay que sufrir un poco. Y White Lines es la serie perfecta para darte cuenta de lo buenas que son otras series, de las diferencias kilométricas entre un trabajo cuidado y coherente y uno lleno de imprecisiones. Eso sí, si tras el visionado del primer episodio te entran nauseas, consulta a tu médico de cabecera si consumir series como White Lines podría afectar seriamente a tu salud.

Jonatan Gutierrez