TIME LOST:

CUANDO EL DINERO ENTRA POR LA PUERTA, EL AMOR SALE POR LA VENTANA

Estoy seguro que el 100% de los futboleros que lean este artículo y aproximadamente el 70% de los que no lo son, habrán escuchado alguna vez la expresión “amor al club”. El significado de esta expresión, que en su forma más coloquial es “amar los colores”, se basa en el respeto de los hinchas y del jugador de fútbol hacia su equipo, hacia su escudo, haciendo gala de una fidelidad inquebrantable. Un término que se puede aplicar a cualquier ámbito de la vida y que en el universo Clubbing de Ibiza tuvo se apogeo en la primera década del 2.000. Porque en aquella época los clubbers y los trabajadores eran fanáticos de un club, pero no uno que lo formaban tíos en pantalón corto y espinilleras, eran incondicionales de templos musicales generadores de energía intangible.

Igual que hay gente que es del Barsa, del Madrid o del Alcoyano, en Ibiza si eras de Space eras de Space a muerte, si eras de Amnesia lo eras con los ojos cerrados y si eras de Pacha lucías las cerezas con orgullo. Todos los clubs de la isla tenían sus hooligans, y los causantes del contagio de esta afición fueron los propios trabajadores de las discotecas, que militaban ferozmente y transmitían el mensaje de su empresa con pasión. Aunque de puertas a dentro la frustración y los problemas estuvieran a la orden del día, cuando las traspasabas y te incorporabas a la marea vital de la isla, defendías  que tu club era el mejor de la isla sin ningún género de dudas.

Ese amor al club, como tantas cosas, está desapareciendo de la escena ibicenca. Y no es de extrañar, porque como reza el título de este artículo, cuando el dinero entra por la puerta el amor sale por la ventana.., ¡y vaya si ha entrado dinero por la puerta de Ibiza! Por eso cuando leo noticias como la de que Pacha Ibiza ha anunciado un ERE, que podría afectar a 61 empleados de la empresa, me viene a la cabeza la cara de Ricardo Urgell echando humo por las orejas.

Durante muchos, muchos, muchos años, Pacha era el club donde todo el mundo quería trabajar. Ni Microsoft, ni google, ni Apple, la empresa más cool en la que currar era Pacha Ibiza. Una empresa que fomentaba la creatividad, donde se cobraba bien y a tiempo, y donde el jefe supremo era un tío coherente y centrado. Los que hemos trabajado en el caos absoluto veíamos Pacha como un paraíso inalcanzable, una fábrica colorida donde el trabajador se sentía a gusto. Por eso era complicado que alguien dejará Pacha, la peña se aferraba a su escritorio con las uñas afiladas. Pero todo cambió, Urgell se fue y ese sentimiento de empresa familiar se fue con él.

Pacha Ibiza ya no lo dirige un ser humano, lo dirige un fondo de inversión, una especie sin forma física que carece de sentimientos. En su diccionario no aparecen palabras como espíritu o pertenencia, su motivación no es crear, es optimizar, dividir y vender. ¿Os acordáis de Pretty Woman? ¿Os acordáis de Richard Gere? Era un tipo que se dedicaba a comprar empresas, las troceaba y las vendía por partes. Ese es el modus operandi del fondo de inversión que maneja Pacha. Primero recortes, segundo economizar, tercero desmembramiento y cuarto venta. ¿El resultado? Seguramente grandes beneficios. ¿Es esto criticable? Para nada, no solamente es lícito, es su naturaleza, es para lo que ha sido creado y lo único que sabe hacer bien. Aquellos que pensaron que con la llegada de este grupo Pacha tendría un futuro más estable se equivocaron, porque desde el minuto uno en el que se firmó el acuerdo entre Urgell y el fondo de inversión, Pacha Ibiza estaba en venta.

 

Jonatan Gutiérrez Fernández