TIME LOST:

DÍAS DE CAMPO: EL FESTIVAL QUE ME DA VIDA.

Cuando comienzo a sentir la pesadez del día a día, cuando comienzo a cansarme de la rutina acumulada por el paso de los meses, cuando comienzo a perder la fe en las propuestas festivaleras que me encuentro a mi paso, la única fórmula de recargar las pilas y de reconciliarme conmigo mismo y con la escena musical es asistir a Días de Campo. Y de nuevo en este 2023 pude disfrutar de 3 días de paz, de reencuentro con la naturaleza, de diversión y de una oferta musical que alimentó mi alma.

Normalmente no suelo tener problemas para expresar en palabras lo que vivo en persona, pero en el caso de Días de Campo me resulta complicado, ya que fueron tantas las experiencias positivas y los momentos inolvidables que un simple artículo se me queda pequeño. Pasear tranquilo por las calles de Montanejos contando las innumerables sonrisas que me encontraba a mi paso, sentarme en la orilla del río Mijares escuchando la sinfonía de la naturaleza a mi alrededor, perderme en el bosque respirando los aromas de la primavera, bailar como un loco en cualquiera de los escenarios repartidos por los espacios del festival… ¿Quién puede pedir algo más?

A diferencia de otros festivales en los que los espacios en los que se desarrolla la programación musical no están integrados en el entorno, en Días de Campo pasa todo los contrario. Cada uno de ellos ya sea La Plaza, El Tipi de Turia, River Club, The Basement Stage o el Jameson Stage son parte del paisaje con personalidad propia y con una propuesta diferente. Esta variedad te invita a moverte constantemente, y además en el trayecto de uno a otro no paran de ocurrir cosas maravillosas, no paras de encontrarte con gente desenfadada cuyo único objetivo es el mismo que el tuyo: encontrar la felicidad con cada bocanada de aire.

Musicalmente hablando esta edición de Días de Campo fue increíble, a todos los artistas que compusieron la banda sonora del festival se les notaba que aquello no era un bolo más, que no era un compromiso de agenda, que se trataba de algo especial que les motivaba
a entregarse en cada sesión. Su actitud, su energía, sus rostros de felicidad contagiaron a todos los que estábamos allí y nos indujeron a sumergirnos en una dinámica de baile incontrolado fuera el que fuera el estilo que estaban pinchando.

Destacar a algún artista por encima de otro sería injusto, pero es irremediable hacerlo ya que aportaron un plus a la atmósfera del festival. Sweely fue la figura destacada del viernes y nos condujo sin esfuerzo a un viaje sonoro entre el house, el minimal y el electro. El sábado en La Plaza celebramos junto a Los Suruba sus 25 años detrás de una mesa de mezclas, en el El Tipi de Turia compartimos la locura musical de The Ghost y Dorian Paic y para cerrar la noche en The Basement Stage nos alimentamos del puro talento sin filtros de Dyed Soundorom, Raresh y Sonja Moonear. El domingo tras dos días de emociones fuertes, simplemente entramos en el Tipi y recobramos toda la energía perdida gracias a los sets de Önur Ozer, Francesco Del Garde y Sugar Free & Fonte.

Otro de los milagros que produce Días de Campo es la sonrisa permanente en tu cara los días después del festival, no puedes quitarte esa sensación de plenitud de tu cuerpo. Tus sueños durante esas noches son recuerdos vívidos de lo ocurrido, recuerdos de todos y cada uno de los momentos que experimentaste. Pero inevitablemente llega un día en el que la realidad te golpea, te deja bien claro que hay que volver a la rutina. Para antes de que llegue la “depresión”, la bajona, me digo a mi mismo que ya queda menos para volver a Montanejos, que ya quedan menos días para regresar al río Mijares, que ya queda menos para disfrutar de la belleza de la primavera de 2024 en Días de Campo… El festival que me da vida y que ha conquistado mi corazón para la eternidad.

Jonathan Gutiérrez