TIME LOST:

EL DISEÑADOR DE LA PIRÁMIDE

Ocho de la mañana. Desciendo el camino empedrado de Can Bassa Rotja hasta la carretera de Sant Joan. Avanzo bostezando hasta el cruce de Sant Miquel, pensando en qué nueva aventura me esperará durante mi jornada laboral. A lo lejos veo el “corcel rojo” de Gabriel, un coche destartalado pero con una personalidad imponente. Me subo, me acomodo en el asiento del copiloto, nos saludamos, abro la ventanilla y mi mirada se escapa hacia el cenicero, donde me espera una L como dios manda. El discman enganchado a una cinta adaptadora en el radiocassette emite el sonido de Infected Mushroom. Quemamos el asfalto escoltados por pinos pitusos imponentes y olivos milenarios mientras hablamos de lo divino y de lo humano. Entramos en el parking de Amnesia, el coche se detiene, nos bajamos, saludamos a Novo y este nos devuelve una especie de gruñido desde el autobús de dos pisos. Entramos por la puerta de las oficinas, saludamos a Adriana, nos dirigimos a nuestra oficina, nos sentamos y encendemos nuestros ordenadores.

Esta escena costumbrista se repite una y otra vez en mi cabeza durante los últimos días, de forma compulsiva estas imágenes se han convertido en un loop, y no es por un ataque de nostalgia, y no es porque me retrotraigan a una época feliz, y no es por Ibiza, y no es por Amnesia.., simplemente es porque te has ido Gabri, porque se ha esfumado mi esperanza de que los dos siendo ancianos y sentados en el borde de un acantilado nos descojonáramos con este recuerdo.

Gabriel Villena, el diseñador de la pirámide, todo un personaje, maravilloso de pies a cabeza, encontró su camino diseñando para Amnesia Ibiza durante dos décadas, sentado frente a su ordenador creando sueños para miles de personas. Aunque no le conocieras, si has pasado por la isla, cada vez que observaras un cartel de Amnesia, un flyer o una valla en la carretera, ahí estaba impreso un pedacito del corazón de Gabri. Un tío sin maldad, sin una mala palabra, sin una mala acción, un compañero leal y cercano, un larguirucho flaco que no pasaba desapercibido y que decidió no caminar. Porque Gabriel no caminaba, levitaba con una seguridad que llamaba la atención. Unos ojos sinceros, unas pupilas en ocasiones vidriosas en las que se reflejaba la profundidad, una mirada que te hablaba con calma. Una sonrisa variable, podía ser descomunal o podía ser discreta, cómplice, pícara y con esa ironía payesa que llevaba en la sangre.           

Nunca podré olvidar tus momentos de genialidad en aquel zulo llamado de despacho y tus momentos de “haré lo que me digas jefe” aunque en el fondo te pareciera una gilipollez lo que te ordenaban. Nunca olvidaré aquellos cafés tóxicos de la máquina radioactiva acompañados por Kit Kats revitalizantes y bollería industrial malsana.  Nunca podré olvidar nuestras partidas al Guitar Hero, las visitas a tu apartamento en San Miquel, contemplando la bahía entre los recovecos que dejaban tus plantas y tus cogollos. Nunca podré olvidar aquel concierto de Prodigy en el Ibiza Rocks, siendo golpeados por aquellas explosiones sónicas junto a Meritxell y Susi. Nunca podré olvidar tu generosidad, cómo acogiste a un leonés cabezón que trataba de encontrar su sitio en el mundo, sin darme lecciones, sin darme consejos absurdos, simplemente estando…, tranquilo, en calma, sin dramas ni complicaciones. Hay tantas cosas que no podré olvidar, que lo que más me duele es no acordarme de todo.

Tanit y todas las diosas de Ibiza lloran desconsoladas por tu pérdida, la cal de las casas payesas se desconcha desde que te has ido, el mediterráneo se agita en tu ausencia, el sol busca un eclipse porque ya no te ve. Pero tú, desde donde quieras que estés, les dices que no es para tanto, que es absurdo derramar una lágrima por ti, porque la tristeza es la ausencia de color, y tu existencia ha sido un pantone infinito de colores.  

Descansa en paz mi amigo, te lo has merecido, porque a diferencia de mucha gente que pasa desapercibida por la vida, tú has dejado una huella. Has amado y has sido amado, poco más se puede pedir.  

 

JONATAN GUTIÉRREZ