TIME LOST:

IBIZA 2030

Hoy es uno de esos días típicos cuando el invierno comienza a perder fuerza y en el que el clima de Ibiza se muestra juguetón e imprevisible. Uno de esos días en los que las nubes abandonan su formación compacta y se esparcen por el manto azul jugando al ratón y al gato con un sol que demanda mucho más protagonismo. Uno de esos días en los que las gotas de agua pierden peso y su roce alivia más que molesta. Hoy es uno de esos días, pero no es un día más para Xisca, es el primer día de su vida en el que siente cómo su estómago se retuerce quejoso, presa de los nervios.

Si pudiéramos mirar detrás de las gafas de sol de espejo de Xisca, sus pupilas nos proporcionarían el síntoma definitivo que confirmaría lo que el resto de su comportamiento gestual delata. Sudor en las manos, pulso acelerado, leve temblor del dedo gordo del pie, retortijones, picor en la nuca y un dolor de cabeza que por ahora el Ibuprofeno de 600mg no ha podido derrotar.

Después de terminar su segundo cigarro en cinco minutos gira la cabeza para buscar el consuelo de Jordi, nada mejor para calmar la ansiedad que abrazarse al opio del amor. Pero Jordi se encuentra ausente, devorando los cigarrillos a más velocidad que ella, parado de pie en el cemento de los embarcaderos de Sa Caleta, con sus sentidos en alerta máxima y contemplando en postura de espera cómo el sol se oculta extenuado en el horizonte.

Entre el graznido de las gaviotas se cuela una frecuencia más grave, un sonido artificial que avanza hacia la costa a toda velocidad. Los cardiogramas de Xisca y Jordi alcanzan un nuevo pico al escuchar lo que sin ningún género de duda parece el motor de una lancha acercándose. Instintivamente aparcan su angustia y se ponen en marcha preparando el embarcadero para amarrar la lancha. Cuando ésta se encuentra alineada enganchan el cable y la suben por los rieles de hierro oxidado.

– Qué tal el viaje? – le pregunta Jordi al conductor de la lancha.

– Tranquilo la verdad– le responde mientras retira una lona verde que oculta dos grandes cajas de madera- Aquí lo tenéis, 30 kilos en cada bulto.

Xisca acerca lo máximo posible el viejo Land Rover Defender al embarcadero, mientras que Jordi y el conductor de la lancha se esfuerzan en trasladar dos cajas de grandes dimensiones a la parte trasera del todo terreno.

El silencio y la oscuridad reinan en las carreteras secundarias de Ibiza, solo los potentes focos y el traqueteo renqueante del motor rompen esa dinámica. En el interior del Defender no hay música, no hay conversación, solo una invisible y espesa energía de miedo y excitación. Xisca aferrada al volante tratando de respetar la estrechez de la vía y Jordi cometiendo atrocidades contra sus indefensas y ya suficientemente torturadas uñas. Ambos durante el trayecto han sucumbido ante la duda, si merece la pena el riesgo, si la rebeldía a sus 18 años es algo opcional, si se pueden cambiar las cosas, si hay alternativas en sus aburridas vidas y en su futuro como trabajadores de hostelería. Pero lo que más les preocupa es ver destellos azules en la oscuridad, por eso sus ojos permanecen completamente abiertos, atentos a cualquier señal que pueda aparecer frente a ellos.

Lo que no se imaginaban es que su mayor temor no estaba delante, se encontraba detrás. Cuando Xisca vio por el retrovisor las luces del coche de policía su corazón trató de abrirse camino a través de su pecho y su mano derecha se entrelazó a la izquierda de Jordi, en un intento de fusión perpetua ante la posibilidad de no volverse a unir en mucho tiempo. ¿Cómo conservar la calma? ¿Cómo controlar las pulsaciones y la respiración? XIsca se encomienda al destino y abre la ventanilla con los ojos cerrados.

– Buenas noches. Apague el motor, DNI y papeles del vehículo – le pide un policía local.

Xisca sonríe, abre la guantera y le entrega la documentación. El policía revisa los papeles y con el rabillo del ojo analiza lo que se encuentra en el interior del vehículo y las respuestas corporales de los ocupantes.

– ¿Eres de Sant Joan?– le pregunta tras revisar el DNI

– Sí – responde Xisca tragando saliva.

– ¡Marquitos! ¡Aquí hay alguien de tu pueblo! – llama a su compañero que permanece dentro del coche de policía comprobando la matrícula.

El otro policía sale del coche y se acerca mirando detenidamente el Land Rover, como si le resultara familiar. Cuando llega a la altura de su compañero y ve la cara de la conductora entiende el porqué.

– Xisca, cuánto tiempo – sonríe.

– Pero Marquitos que alegría – responde ella con una sonrisa como la ganadora de una Primitiva.

– Sal, sal del coche tía, no te vamos a detener, dame un abrazo.

Los dos amigos de la infancia se abrazan y viendo las pupilas del otro los recuerdos de la guardería, del patio del colegio de Sant Joan y de las excursiones a Las Salinas. Conversan sobre aquellos días y hacen un pequeño repaso a la situación familiar de cada uno. Cuando ya se han despedido y Xisca está a punto de entrar en el coche, Marquitos regresa y le comenta:

– ¿Sabes por qué te hemos parado?

– No tengo ni idea – responde Xisca con un ligero tono de precaución.

– Llevas una pegatina de Amnesia en la parte de atrás, eso es todo un indicio en sí mismo. Y por si no fuera poco, hay otra del DC 10 y otra de Cocoon– le comenta sonriendo.

– Ya conoces a mi padre, es un nostálgico. Le cuesta más dinero mantener esta vieja chatarra que comprar uno nuevo.

– En un par de años estos dinosauros no podrán circular, tu padre tendrá que comprarse uno eléctrico.

– Mi padre por llevar la contraria a los del Consell es capaz de comprar un caballo, sacar la carreta del abuelo del establo y viajar como un payés de verdad.

Ríen y vuelven a despedirse con un abrazo. Xisca se sienta en el interior del Land Rover soltando toda la tensión acumulada en sus pulmones y vuelve a agarrarse de la mano de Jordi. Arranca el coche y sigue su camino mientras agradece al destino el doble giro de guión que acababa de vivir en sus carnes.

El Defender desciende serpenteando por la carretera de Cala Salada, en vez de desviarse hacia la playa continua por el camino de tierra que lleva a Ses Fontanelles. El polvo, la oscuridad y el sonido quejoso del camino aplastado por los neumáticos del Land Rover, hacían de aquella conducción un acto de fe. Al llegar al bosque de pinos divisan un pequeño sendero en el que les esperan cuatro personas con linternas. Xisca y Jordi bajan del coche y se abrazan con ellas. Sin tiempo para relatar las aventuras que les han traído hasta allí, sacan del Defender las dos cajas y como un pequeño escuadrón de hormigas perfectamente organizadas, las trasladan por el borde del acantilado.

Llegan a una pequeña explanada iluminada por antorchas, donde les reciben otras dos personas. Una de ellas se dirige a Xisca tras abrazarse.

– ¿Qué tal ha ido todo?

– Mejor te lo cuento todo más tarde, aún tengo no me encuentro el pulso. ¿Aquí todo preparado?– pregunta mirando a su alrededor.

– Esperando vuestra llegada, deja que te muestre– le lleva unos metros hacia un espacio donde hay un equipo completo de DJ – Los dos platos Technics SL 1.200 y los dos Piooner CDJ 2000 llegaron ayer gracias a Toni mi contacto en Iberia. La mesa de mezclas Rodec la recogimos esta mañana en el ferry que viene de Denia. Solo nos falta los dos monitores Function One.

– Pues tal y como te prometí aquí tienes estas dos bestias.

Jordi acompañado por un par de personas desembala los altavoces, los colocan con cuidado, cablean todos los aparatos, encienden los generadores de gasoil y chequean que todo el equipo funciona perfectamente.

– Es tu turno Xisca– le comenta Jordi con una sonrisa que desprende la misma dosis de orgullo y admiración.

Xisca coloca un par de vinilos, los mantiene unos segundos girando solo por el placer de verlos girar. Cuando la aguja aterriza en la negra superficie la música explota por los altavoces, filtrándose en los afilados acantilados de Ses Fontanelles.

Hace 11 años entró en vigor la normativa que declaró a las Islas Pitiusas como territorio libre de contaminación acústica. Lo que empezó con una restricción de horarios y decibelios evolucionó al cierre de los clubs y a la prohibición de utilización de sistemas de sonido en espacios exteriores. Por desgracia la espiral restrictiva no terminó allí, en 2025 la música electrónica fue considerada perjudicial para la salud acústica de la isla y quedó prohibida su utilización bajo amenaza de fuertes multas económicas. Pero la juventud no entiende de normativas, menos de aquellas que les intenta inculcar qué les debe gustar y qué forma de expresarse es la correcta. Y la juventud ibicenca se ha revelado una vez más, tomando los acantilados, los claros de los espesos bosques y las cuevas esculpidas por las olas, para que Tanit pueda bailar de nuevo sin estar encerrada entre cuatro paredes.