TIME LOST:

LOS PARIAS DE LA MÚSICA ESPAÑOLA

«Y viendo Jesús a todo este gentío, se subió a un monte, donde, habiéndose sentado, se le acercaron sus discípulos. Y abriendo su boca los adoctrinaba diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Y que no se me olvide, bienaventurados los que se dedican a la cultura clubbing en España, porque si alguien necesita una pizca de esperanza son ellos.” (Mateo 5, 1-10)

Si la escena musical española estuviera organizada por castas, la música electrónica pertenecería a los Dalit, los intocables en la tradición hindú. Los Dalit son los miembros más pobres y discriminados de la sociedad india, las personas que nacen dalit mueren irremediablemente con esa condición. Esta casta vive en la pobreza extrema y sufre una gran desigualdad económica y discriminación social. ¿Os suena de algo? Si cuando las cosas iban bien la escena electrónica española era menospreciada y apartada de los circuitos culturales, ahora que las cosas se han puesto feas no os quiero ni contar. Las imágenes de DJs pinchando han dejado de ser un recurso para los informativos cuando quieren enfatizar una imagen de fiesta, en estos momentos cuando un artista aparece detrás de una mesa mezclas es para rellenar piezas acusatorias que equiparan el clubbing con la familia Manson. Que simplificación tan absurda, que poco nivel.

Los parias son felices si sus necesidades básicas están cubiertas, con unas migajas que calmen el rugir de tripas se dan por satisfechos. Así ha sobrevivido la gran mayoría de la industria electrónica española durante décadas, porque la calidad no es importante cuando perteneces a la casta más baja, haces chumba chumba y eso te coloca por debajo incluso del regaeton de Isa Pantoja. Vivimos en un país que desprecia la música de vanguardia y que se entrega a la abusiva promoción mediática de loros y papagayos criados en platós de televisión, no va por el buen camino. Cuando algunos amigos me preguntan, en un ataque de preocupación patriótica, qué le pasa a España, yo les respondo que miren la lista de los 40 Principales.

Solo existe una posibilidad para que las castas más altas recurran a sus inferiores, verse atacadas por agentes exteriores que limiten su forma de vida. En ese momento reclutan a los intocables para luchar por un bien común, les llaman a filas para la batalla y les envían al frente porque saben que esos pobres bastardos se dejarán el alma en la contienda. Cuando el sector de la cultura y la música convocaron a la escena clubbing para unirse en sus reivindicaciones, ésta lo hizo con los ojos cerrados y a garrote. El ruido generado fue suficiente para que el Ministro del ramo levantara el teléfono y se pusiera delante de un micrófono para anunciar un dialogo con los sectores involucrados. Un dialogo que acabará en concesiones, en ayudas y en promesas a medio y largo plazo, pero que dejará de lado a la cultura clubbing. Para ella una vez más quedarán migas diseminadas por el mantel,  ya que las castas superiores serán las primeras en probar el pastel.

¿De quién desconfía más un paria? De otra paria. Este es uno de los grandes problemas de la escena electrónica y que imposibilita un crecimiento real. La denominada industria clubbing es lo más parecido a un reino de taifas que haya conocido la historia. Una interminable atmósfera de egoísmo tribal que coloca muros, divide e imposibilita un frente común. Aquí no hay relato, no hay un porqué, no hay una hoja de ruta, unos mínimos a los que agarrarse y sobre los que construir un proyecto del que todas las partes sacarán partido. Con la mayoría de los referentes electrónicos mudos, silenciosos y enfocados en su camino, el resto actúan como huérfanos abandonados en mitad del bosque. En ocasiones por no reconocer lo mal que nos lo montamos en nuestro mundo, desviamos la atención lamentándonos por ser hijos de un dios menor.

Hasta que podamos volver a ser felices con nuestra maravillosa miseria pasada, tendremos que conformarnos con soñar en que llegue el día en el que las castas desaparezcan y la calidad musical sea la única medida que determine su posición en los playlists de la sociedad española.

Jonathan Gutierrez