TIME LOST:

QUE BIEN SE VIVÍA EN IBIZA CUANDO DABA MIEDO.

“Solo te pido una cosa, no te dediques a traficar con drogas”. Esa fue la frase que me espetó un familiar cuando le comenté que Susi y yo íbamos a buscarnos la vida en Ibiza. No se anduvo con paños calientes, fue al grano, pudo haberme dicho: “ten cuidado” o “no te metas en líos”.., pero no quiso dejar lugar a las interpretaciones. Cuando le escuché tartamudeé en la respuesta, no porque hubiera adivinado mis intenciones, si no porque no me imaginaba cómo un familiar cercano podía llegar a pensar que mi aspiración laboral en Ibiza consistía en convertirme en camello. ¿Qué razones le había dado yo? Un chaval normal, deportista, con estudios, quizás algo loco y con muchos pájaros en la cabeza, pero nada que pudiera indicar un futuro en el mundo del narcotráfico. Entonces si ni mi perfil ni mi pasado avalaban aquella advertencia, ¿qué factor había sido el causante de ese razonamiento? Sin duda alguna el destino de mi viaje: Ibiza.

La isla de la fiesta, la isla de la locura, la isla del desenfreno, la isla de las drogas, la isla de los raros, de los inadaptados, la isla del exceso, la isla sin ley, la isla de la depravación, la isla de la sordidez, la isla de los colgados, la isla de los pastilleros, la isla de los cocainómanos.., podría seguir con los calificativos todo el artículo y aún así no llegaría ni a una mínima parte de lo que la gente de fuera de Ibiza pensaba de ella a principios del 2000. Debéis tener en cuenta, que la figura pública que representaba el concepto Ibiza en nuestro país era Pocholo, no las modelos de Victoria Secret ni los futbolistas de Champions League tatuados que pueblan hoy en día la isla. Millones de tele espectadores en España relacionaban Ibiza con la imagen de Pocho, por lo tanto sus conclusiones no podrían ser otras que aquel pedazo de tierra en medio del mediterráneo o bien era Sodoma, o bien era Gomorra.

Todo esto que se lleva ahora de las fake news y la manipulación mediática, ya existía aquellos años. Los medios nacionales compraron la imagen que transmitía aquel divertido y alocado personaje de Crónicas Marcianas, y con amarillismo y falta de rigurosidad pusieron a todos los que vivían en Ibiza en el mismo saco. Vergonzosos fueron aquellos pseudo reportajes de investigación en los que se ofrecía una versión manipulada basada en los clichés baratos, con los que el yonki del morbo se masturbaba frente a la televisión. Nadie hablaba de lo que realmente ocurría en la isla, de la maravillosa excepción que se vivía, del ambiente cosmopolita que se respiraba por las calles, de la fusión de culturas tan intensa en tan pocos metros cuadrados. Y por supuesto nadie hablaba de la revolución musical que se estaba fraguando y que terminaría convirtiéndose en un fenómeno global.

Os voy a poner un ejemplo de la manipulación periodística que viví en primera persona en aquellos años. Trabajaba en el “departamento” de prensa de Amnesia Ibiza, por aquel entonces una de nuestras funciones principales era impedir que los periodistas grabaran dentro de los clubs imágenes comprometedoras. Así que cuando alguna cadena de televisión solicitaba meter una cámara en Amnesia, debía andar muy al loro. Me llegó la petición de un programa nacional, dos periodistas estaban en la isla realizando un reportaje y les gustaría grabar dentro del club. Me informé, intenté asegurarme de sus intenciones y les permití grabar supervisados por mí. Les presenté a varios trabajadores del club con los que charlaron, les facilité el acceso a las cabinas para estar cerca de los DJs, les surtí de las consumiciones que desearon y trate de explicarles la realidad de la isla con sus luces y sus sombras. Incluso les mostré cifras que concluían que en cualquier ciudad del mundo donde se mueve la cantidad de gente de fiesta que lo hace en Ibiza, las cifras de muertes, de sobredosis, de intoxicaciones, de delincuencia, son muchísimo mayores.

Me fui para casa orgulloso de mi defensa, de mi clara exposición, les había convencido. Mis cojones treinta y tres. Me la jugaron. Cuando salieron de Amnesia, como no pudieron conseguir nada, detuvieron su vehículo junto al control de alcoholemia y se dedicaron a filmar el control y a los coches que paraba la Guardia Civil. Además, con saña y mala leche, lo filmaron desde un ángulo en el que se viera bien claro el cartel de Amnesia.

Esto es lo que buscaban los medios de comunicación en Ibiza, el morbo zafio. Y en aquella noche de verano lo representó como nadie Teresa Perales, que sigue dando lecciones de periodismo desde Comando Actualidad. Es lo que hay Teresa, tenía esa espinita clavada desde hace más de una década.

Mientras Ibiza daba miedo, qué bien se vivía en la isla, qué bien nos lo pasábamos, qué vida más productiva, estimulante y enriquecedora. Mientras Ibiza daba miedo, qué educativos resultaban los desayunos en el Bar El Cruce los martes a las 12 de la mañana tras una fiesta de Cocoon, qué auténticas eran las sonrisas mientras caminabas por la pasarela de Sa Trinxa y qué poéticos eran los atardeceres del Khumaras sin flashes ni sin selfies. ¿Nuestro error? Nos fuimos de la lengua. Todos. Si hubiéramos preservado aquel secreto, si hubiéramos alimentado la leyenda negra con más morbo, con más vísceras…, pero la realidad era evidente en nuestra sonrisa cuando volvíamos de hacer temporada a las ciudades que nos vieron crecer. Empezamos a invitar a amigos, a familiares y en primera persona comprobaron que no era para tanto. Mi padre durmió en nuestra casita de campo en Sant Joan, se despertó con el canto del gallo, se baño en los embarcaderos de Portinax, merendó un bocadillo de sobrasada en Santa Gertrudis, caminó por Las Dalias flipando en colores y se perdió conscientemente por las callejuelas de Dalt Vila. Mirad lo peligroso que era, que la madre de Susi, una señora sexagenaria de Palencia, disfrutó de una tónica en uno de los mejores reservados de Amnesia mientras atronaba la música de Eddie Halliwell.

Cómo me enojaba, cuánto tiempo gasté en defender una realidad diferente y qué gilipollas fui al hacerlo. Nuestra incontinencia verbal y el nacimiento de las redes sociales acabaron con la imagen perversa de la isla. Ibiza pasó de ser peligrosa a ser cool, de ser ignorada a convertirse en un salva-pantallas global, el muro del miedo fue derribado y comenzaron a aparecer por la isla una nueva fauna que en vez de experimentar su esencia simplemente querían retratarla con sus smartphones. Si pudiera volver atrás, si pudiera robar un Delorian con condensador de fluzo, regresaría a comienzos del año 2000 con un objetivo meramente egoísta: echar toda la mierda posible sobre Ibiza para aislarla, y por ende.., ser feliz.

Jonatan Gutiérrez