TIME LOST:

SE TE ECHA DE MENOS KEITH

Parece mentira pero ya hace un año que falleció Keith Flint, miembro de la banda The Prodigy y figura inspiradora para millones de personas que veían en aquel Capitán América punk post apocalíptico una figura contracultural, un espejo deformado de nuestra propia realidad. En su momento su música y su imagen eran gasolina en mi juventud, aquel sonido exorcizaba toda mi rabia y mi frustración, saciando mis freudianas ganas de destrucción masiva. Incluso en la actualidad, cuando me cuesta arrancar a escribir, suelo poner en mi televisor conciertos de The Prodigy en youtube para que la adrenalina se active y atraiga con su olor a las musas. Cada vez que leo alguna noticia sobre ellos, irremediablemente mi memoria regresa a septiembre del 2014, cuando conocí en persona a los miembros de la banda.

Nunca he sido un mitómano de los DJs, debido mi adolescencia grunge los ídolos que construí no desarrollaban su talento detrás de una mesa de mezclas. Gracias a mi trabajo en Ibiza pude interactuar y conocer muchos DJs estrellas, pero nunca sentí ese pellizco en el corazón ni mis manos comenzaron  a sudar cuando estrechaba las suyas. Todo lo contrario ocurrió cuando me enteré que iba a interactuar con ellos, aunque fuera laboralmente hablando.

En aquel verano de 2014 era el primero en el que me había desvinculado totalmente de los clubs de Ibiza. Tras el calvario en las oficinas de Space del año anterior, decidí que “nunca mais” trabajaría como asalariado para un club de la isla. Me puse el mono de busca vidas y comencé a coger un currito de aquí, otro de allí, recolectando euros de donde podía. Mi ocupación favorita en aquella época era la de driver. Trabajaba para Miguel Ángel, que tenía una empresa de servicios de transporte vip, y entre sus clientes estaban muchas de las fiestas y eventos de Ushuaïa Ibiza. Gracias a ese trabajo conocía a grandes artistas y grandes personas, e incluso pude vivir momentos que se han convertido en historia de la música electrónica, como la última actuación de Avicii antes de su fallecimiento. Cada vez que Miguel Ángel me llamaba para un trabajo, acudía a las oficinas de Ibizology con una sonrisa, imaginando que nuevo cliente tendría que transportar y que nueva aventura iba a vivir. Cuando me dijo que iba a ser el driver de The Prodigy para su concierto en Ushuaïa Ibiza, casi le planto un beso en la boca.

Normalmente los DJs, incluso los de mayor prestigio, no solían ser muy toca pelotas con el tema del transporte. Con una furgoneta de gama alta y un conductor puntual y responsable, era suficiente. Pero The Prodigy se consideraban más como estrellas de rock y sus traslados por Ibiza debían estar a la altura. Así que solicitaron tres Range Rover Sport para los miembros de la banda y un par de furgonetas para el resto del equipo. Para complicar más la logística, no se alojarían ni en Ushuaïa ni en un hotel cercano al evento, decidieron irse al otro extremo de la isla, al espectacular y apartado hotel Hacienda Na Xamena. Lejos de contrariarme me pareció genial, ya que podría pasar más tiempo con ellos.

La flota de Range Rover esperaba brillante y encerada en el parking de la terminal de vuelos privados del aeropuerto de Ibiza. Los drivers aguardábamos en el interior, regulando el aire acondicionado y chequeando que la tapicería se encontraba impoluta. Cuando la banda salió de la terminal cada uno de los miembros se montó en un vehículo diferente, a mí el destino quiso situar a Keith Flint en el asiento de atrás. En todo el trayecto no cruzamos una palabra, él permanecía pegado al teléfono, hablando de coches clásicos y de modelos que le gustaría probar. Cuando llegamos al hotel seguía hablando por el móvil, pero antes de bajarse interrumpió la conversación para decirme un escueto: “Thanks mate”.

Al principio los drivers llegamos a creer que aquello sería una locura, para arriba y para abajo sin parar de noche y de día. Pero no fue así, no se movieron mucho del hotel y si lo hicieron fue con amigos en coches particulares. El día del concierto me tocó llevar a la verdadera mente maestra de la banda, Liam Howlett, y al guitarrista. Liam me preguntó qué podían esperar de la noche y le respondí que devoción absoluta. Hablamos sobre el anterior concierto en Ibiza Rocks, sobre la energía que se creó y sobre el recuerdo que dejó en los afortunados que asistieron.

Ser driver tenía muchas ventajas, la pasta lo primero, pero casi a la misma altura está el poder asistir a los grandes eventos de Ibiza desde una posición privilegiada. Y el concierto de The Prodigy no iba a ser diferente. Había sido muy afortunado al poder vivir su memorable actuación en Ibiza Rocks, sobre todo porque pude verlo desde la altura de la zona vip, recibiendo “a pecho descubierto” las vibraciones y el sonido apabullante de la banda. En Ushuaïa fue diferente, pero igualmente enriquecedor, ya que pude disfrutar del espectáculo desde detrás del escenario. Una perspectiva curiosa, aunque solo viera las espaldas de la banda, se percibía nítidamente como de sus cuerpos y de sus movimientos se desprendía una actitud contagiosa que golpeaba con furia a las miles de personas que botaban frente a ellos.

Nada más terminar el concierto salí rápidamente a subirme en el coche. Pasó más de media hora hasta que uno de sus asistentes me dijo que me preparara, que alguien de la banda quería regresar al hotel. Liam entró en la parte de atrás con dos amigas, sujetando un par de botellas de champán y unas copas. Aunque el asistente me dijo que le llevara al hotel, le pregunté a Liam donde querían ir. Miro a las dos amigos y dijo que todos para Na Xamena. Se apoyó detrás de mi asiento y  extendiendo uno de sus puños me preguntó: “¿Quieres algo para después de que nos dejes en el hotel?”. No llegué a saber qué había en ese puño, mi profesionalidad me impedía aceptar aquel extraño y químico regalo, así que busqué una excusa y le dije que después de dejarles a ellos debía seguir trabajando. Me dio una palmadita en el hombro y regresó al asiento de atrás donde le esperaban asuntos más interesantes. Cuando llegamos al hotel sus amigas bajaron con las copas en la mano, Liam cogió las dos botellas de champán, las miró y me dijo: “Ésta no está abierta. Disfrútala con tu chica”.

Aquel no fue el último regalo que recibí. El último traslado fue al aeropuerto, y en esta ocasión mi pasajero fue Keith y el tour manager. Estaba exultante, hablaba de nuevos proyectos y de nuevas adquisiciones para su colección de arte. Cuando llegamos a la terminal, el manager me comentó que le habían dado un sobre con una generosa propina a Miguel Ángel para que la repartiera con los drivers. Nos despedimos y los dos salieron del coche. De repente Keith se giró, volvió hacia el coche, hacia mi ventanilla. La bajé y me dijo con una media sonrisa irónica: “Si encuentras algo en el coche, no te molestes en devolverlo. Es tuyo”. Se alejó y la banda y su séquito entraron en la terminal. Cuando no hubo moros en la costa pasé a la parte de atrás de aquel Range Rover para comprobar qué cojones significaba lo que me acababa de decir nada más y nada menos que Keith Flint. Debajo de un asiento, sobre una de las alfombrillas, había una pequeña bolsita de cuero, y en su interior……, es secreto profesional…., aunque no hace falta ser un genio para imaginarse lo que había en su interior. Se te echa de menos Keith.

 

Jonatan Gutiérrez