TIME LOST:

9.5 GRADOS EN LA ESCALA RICHTER – EL CONCIERTO DE «THE PRODIGY» EN IBIZA ROCKS – 2010

El 20 de julio de 2010 las estaciones sísmicas más importantes de los cinco continentes entraron en pánico. Todas las alarmas sonaron, se encendieron todos los pilotos rojos y se activaron todos los protocolos de seguridad, ya que en un pequeño punto del mediterráneo se había registrado un seísmo de 9.5 en la escala Richter. Alarmados ante la magnitud de esta cifra, los organismos internacionales desplegaron todos sus recursos, llegando a utilizar satélites para localizar el lugar exacto del terremoto. Imaginaros su cara de sorpresa cuando comprobaron que el epicentro se encontraba en un hotel de San Antonio y que la causa del monstruoso temblor no se debía al choque de las placas tectónicas o a la erupción de un volcán. Aquel seísmo que logró desviar la trayectoria orbital de la tierra durante dos horas, lo produjo la explosión de la energía concentrada durante el concierto de The Prodigy en el Ibiza Rocks Hotel.

Si estuviste en Ibiza ese 20 de julio seguro que sentiste aquel estremecimiento de la isla, si estuviste en el concierto de The Prodigy, además de ser un afortunado, estoy seguro que ese estremecimiento aún te acompaña. Porque aquella noche fue lo más parecido a un viaje sensorial por el interior del acelerador de partículas del CERN. Incluso desde antes de que la banda pisara el escenario, la multitud allí congregada fue capaz de lograr una atmósfera de expectación que estimulaba la generación de adrenalina a borbotones.

El concierto comenzó como le suele gustar a The Prodigy, sin tomar prisioneros. Desde el primer segundo comenzó una batalla entre la banda y una exaltada audiencia, la banda lanzaba golpe tras golpe y la masa enardecida los recibía a pecho descubierto, alzando la cabeza orgullosa y desafiante. No había espacio para el respiro, para la duda, sin tregua The Prodigy seguía martilleando las viejas paredes y los viejos cimientos del hotel, que se retorcían quejosos, como los de la Bombonera en sus mejores tiempos. El Hotel Ibiza Rocks era una caja de zapatos donde la energía se condensaba, sin vía de escape, no podías repelerla o esquivarla, simplemente te traspasaba por las bravas.

Con el concierto avanzado aún no había síntomas de cansancio, ni en la banda ni el público. El Walter White que todos tenemos instalado en nuestro cerebro, no paraba de generar nuevos químicos que nos permitían seguir con aquel derroche físico, tensando nuestros músculos, afilando nuestros sentidos y erizando cada pelo de nuestro cuerpo con descargas emocionales nacidas en el yo más primitivo.

Woody Allen aseguraba en “Misterioso asesinato en Manhattan” que no debía escuchar tanto a Wagner, ya que le daban ganas de invadir Polonia. Pues os puedo asegurar que si aquel 20 de julio de 2010, el público de aquel concierto hubiera tenido que entrar en batalla, ningún ejército habría sido capaz de hacerles frente. Ni los espartanos, ni los navy seals, ni los Dhotraki, ni una horda de orcos hubiera sido capaz de derrotar a aquella turba enloquecida.

Toda la frustración acumulada, todos los malos rollos, todas esas pequeñas derrotas que se quedan clavadas como alfileres, toda la incertidumbre, todas las preocupaciones, toda la rabia, toda esa mierda explotó durante la actuación de The Prodigy. Con cada golpe sobrealimentado de bombo los miedos se hicieron añicos, creando una especie de organismo unicelular que no paraba de botar como si quisiera hundir la tierra bajo sus pies.

Cuando The Prodigy abandonó el escenario las pulsaciones aún andaban revolucionadas, el cuerpo pedía más mientras que el cerebro iba asimilando que aquel subidón químico llegaba a su fin. Pero quién podría volver a casa a dormir cuando era tanta la adrenalina circulando por el cuerpo, que se desbordaba hasta por las fosas nasales. Aquella energía había que aprovecharla, había que prolongar aquel estado de ánimo, aquellas ganas de comerse el mundo, de sentirse invencible.., aunque fuera solo por una noche.

Han pasado los años y el equipo internacional de expertos sísmicos enviados a Ibiza para estudiar el suceso del 20 de julio de 2010, aún no ha sido capaz de resolver cómo se produjo aquel registro histórico de 9.5 grados en la escala Richter. Por desgracia Keith Flint se ha llevado el secreto a la tumba.

Jonatan Gutierrez