TIME LOST:

DIARIO DE UN DETECTIVE PRIVADO EN IBIZA: CAPITULO UNO.

Lunes 2 de agosto. 11:25 am.

Acabo de recibir en mi correo electrónico la confirmación del Govern Balear a mi solicitud para cubrir una de las plazas de detective privado para los meses de agosto, septiembre y octubre de 2021.

En el documento pdf que me han enviado, convalidan mi titulación online obtenida en la Academia Hermanos Montalbán y me adjuntan una serie de objetivos y modelos de actuación que debo cumplir.

El objetivo principal es infiltrarme en fiestas ilegales que se realizan en toda la isla de Ibiza, recabar información y ponerme en contacto con las autoridades locales para desmantelar esas fiestas clandestinas y sancionar tanto a los asistentes como a los organizadores.

En el documento explican que el cierre de los clubs ha provocado un gran aumento de este tipo de fiestas en domicilios privados y en ubicaciones secretas. Por lo que el perfil que asiste a estos eventos es el llamado clubber, hombres y mujeres de 18 a 50 años que principalmente escuchan música electrónica.

Para que mi misión de infiltración tenga éxito, debo aprender los usos y costumbres de este mundo llamado clubbing, su jerga, sus referentes, sus motivaciones, su forma de comportarse y actuar. Por eso en los próximos días realizaré una tarea intensiva de aprendizaje y de cómo integrarme sin levantar sospechas en este espectro social.

Para finalizar esta primera entrada a mi diario, me gustaría hacer una reflexión sobre lo que supone para mí este trabajo. Desde el punto de vista laboral es una gran oportunidad. Comenzar mi carrera de Detective Privado con un encargo de esta magnitud es impagable. Desde el punto de vista personal me siento muy orgulloso de aportar mi granito de arena en la lucha contra la pandemia del Covid, denunciando a los irresponsables que ayudan a que la curva de contagios no descienda. Además, como miembro activo del PROU, considero desde hace años que los clubs de Ibiza son los responsables del deterioro de la isla, tanto natural como moral.

Martes 3 de agosto. 21:32 pm.

Hoy ha sido un día muy productivo en mi objetivo de mimetización con el llamado clubber, sobre todo en lo relacionado con su aspecto físico. Tras investigar en las redes sociales de las discotecas de Ibiza y en vídeos de You Tube de Playa n Bossa, logré dibujar en mi cabeza un estereotipo con el que comenzar a trabajar.

A primera hora acudí a un centro de depilación para hacer desaparecer todo mi vello de cuello para abajo. Fue doloroso pero necesario, los llamados clubbers son gente completamente depilada, si apareciese en una de sus fiestas con pelo visible ya sea en piernas, pecho o espalda mi coartada desaparecería. Después de mi sesión a la cera proseguí mi transformación en lo que los hipster llaman barbería, con un corte de pelo Pompadour y un corte de barba Ducktail.

Tras mi transformación física necesitaba cambiar mi vestimenta. En La Sirena encontré lo que necesitaba. Unas chanclas blancas de la marca Hawaianas, pantalones vaqueros negros de pescador bien ceñidos, una camiseta blanca de tirantes con el lema “Ibiza Made Me Do It Again”, y una gorra trucker con el diseño de un gallo en el frontal.

Por último me desplacé al Bazar Gran China en San Antonio para comprar tatuajes temporales, sobre todo tribales, con los que cubrir mi cuerpo para pasar desapercibido entre los llamados clubbers.

No puedo estar más contento con el resultado final. He sufrido un cambio radical. Incluso me cuesta reconocerme en el espejo. Estoy más que preparado para comenzar mi trabajo. 

Miércoles 4 de agosto. 19:07 pm.

Esta noche iniciaré mi búsqueda de fiestas ilegales en uno de los puntos más bulliciosos de la isla: el puerto de Ibiza. Según mis pesquisas en esta localización suelen merodear captadores, gente sin escrúpulos que tratan de tentar a turistas para asistir a estos eventos clandestinos.

Casi estoy preparado, mi apariencia física y de vestuario es similar a los llamados clubbers. Pero para adentrarme en su mundo necesito estimularme como ellos se estimulan, con las sustancias que les acompañan en su desenfrenada actividad de ocio.

Comenzaré con una de sus drogas favoritas: la cocaína. Gracias a mi vecino colombiano que trabaja de viajar, he conseguido un gramo de este estupefaciente. Como soy un consumidor novel, no voy a tomar demasiado. Así que he preparado dos rayas de cuatro centímetros que esnifaré por cada una de mis fosas nasales justo antes de salir a la calle.

Estoy seguro que este primer día de trabajo va a ser todo un éxito.

Jueves 5 de agosto. 01:16 am.

Nada ha salido como esperaba. Mi búsqueda de fiestas ilegales en mi primer día de trabajo ha sido un completo fracaso.

A los pocos minutos de esnifar la cocaína, me asaltó una irrefrenable sensación de bienestar. Me sentía capaz de cualquier cosa, seguro de mí mismo y sin ningún miedo. Lo único que me distraía de aquel estado de ánimo eufórico era un extraño sabor químico en mi saliva y una molesta mucosidad nasal que provocaba que no pudiera parar de frotarme la nariz.

Me movía veloz por el puerto, acelerando mi paso y mi capacidad de observación, tratando de recopilar información que me señalara la ubicación de alguna fiesta secreta. Toda persona con la que me cruzaba resultaba sospechosa y llegó un momento que tuve la sensación de ser observado por aquellos a los que vigilaba. Me miraban raro.

Mi temperatura corporal ascendió, comencé a sudar y a tener síntomas de deshidratación. Tras comprar una botella de agua por 5 euros en una pizzería, divisé un grupo de jóvenes británicos que encajaban a la perfección con el modus operandi del clubber. Emprendí un seguimiento a una distancia prudencial, utilizando las palmeras , las farolas y el mobiliario urbano para ocultar mi presencia. Pero debido a mis enormes ganas de no perderles de vista, uno de los chavales se percató de que les estaba siguiendo.

Al principio siguieron caminando tranquilamente, de vez en cuando miraban hacia atrás, hasta que uno de los británicos se detuvo y me comenzó a amenazar desde la distancia. Retrocedí unos pasos pero no detuve mi persecución, cuando aceleraban el paso yo lo aceleraba y cuando comenzaron a correr por Vara del Rey, yo corrí detrás de ellos.

Desafortunadamente dos agentes locales de paisano, al verme correr detrás de unos jóvenes turistas, me placaron con violencia y me inmovilizaron en el suelo. Les expliqué que era un Detective Privado contratado por el Govern y que aquellos jóvenes a los que perseguía se dirigían a una fiesta ilegal. Los dos policías se miraron soltaron una carcajada, me levantaron del suelo y me aconsejaron que me fuera a dormir la mona a casa.

No creo que el consumo de la droga llamada cocaína haya sido la responsable de este traspiés. Tras una breve reflexión he llegado a la conclusión que mi inexperiencia y los nervios del debut y de llevar a cabo una tarea trascendental para el control de los contagios pandémicos, han sido los responsables de este fiasco.

Si algo me caracteriza es la perseverancia, así que mañana volveré a intentarlo.

Jueves 5 de agosto. 20:47 pm.

De nuevo estoy preparado para retomar mi misión. Esta noche localizaré mi primera fiesta ilegal.

En esta ocasión, para conseguir replicar el estado químico de los llamados clubbers,  utilizaré un nuevo estupefaciente. Según mi vecino colombiano que trabaja de viajar, esta droga acabará con el estrés mental que supone un reto tan complejo como al que me enfrento. La sustancia en cuestión se llama Ketamina.

Así que he preparado dos rayas de cuatro centímetros de Ketamina que esnifaré por cada una de mis fosas nasales justo antes de salir a la calle. ¿Qué puede salir mal?

Viernes 6 de agosto. 11:32 am.

Hace 25 minutos acabo de despertarme en el sofá rodeado de babas y con un fuerte pinchazo en la cabeza.

Tras cenar pollo kung pao y consumir esa sustancia llamada Ketamina intenté levantarme del sofá pero me resultaba imposible. Mi cuerpo no respondía, mis extremidades no acataban mis órdenes. Sentía un gran peso que me aplastaba contra el viejo cheslón y a la vez la sensación de flotar lentamente mientras caía al vacío.

Me fue imposible luchar, ni siquiera podía impedir que un hilillo de baba se desbordará por la comisura de mis labios. Así que me acurruqué entre dos cojines, cerré los ojos y me sumí en un profundo sueño.

¿Qué lección he aprendido? Nunca mezcles pollo kung pao con ketamina.

Viernes 6 de agosto. 19:07 pm.

He estado hablando con mi vecino colombiano que trabaja de viajar, le he explicado lo que me ha sucedido y él me ha aportado una solución para cuando una sustancia me produzca efectos sedantes. Según él lo mejor es otra sustancia llamada speed.

Tengo listas dos rayas de cuatro centímetros de speed vasco que esnifaré por cada una de mis fosas nasales justo antes de salir a la calle. Espero que esta vez haya acertado con el estimulante y que me permita de una vez por todas realizar con éxito mi misión.

Viernes 6 de agosto. 22:12 pm.

Aún no he podido salir de casa porque siento un irrefrenable impulso de hacer un montón de cosas que tenía pendientes y que por vagancia o vete tú a saber por qué aún no había podido abordarlas. Me he puesto a limpiar la casa como un loco, barrer, fregar, pasar la mopa, incluso me he puesto a repasar las juntas de las baldosas con un cepillo de dientes usado que me traje hace un par de años de mi viaje con Jordi a Menorca.

También me dado tiempo a colocar toda mi ropa, a plancharla, a poner dos lavadoras, a ordenar mis discos alfabéticamente y a realizar 150 flexiones y 200 sentadillas.

Creo que con tanto movimiento los efectos del speed que me ha proporcionado mi vecino colombiano que trabaja de viajar han desaparecido, así que creo que lo mejor para volver al plan inicial y para comenzar mi jornada de trabajo con energía debo ponerme otro par de rayas que me den ese subidón necesario para descubrir una de las muchas fiestas ilegales que están sucediendo en la isla y que están ayudando a la propagación de este maldito virus.

Pero antes he descubierto una pequeña mancha de humedad en el techo del cuarto de baño que debo atajar ya que ese tipo de manchas son muy traicioneras y cómo te despistes puedes acabar con un gran problema. Joder, nunca había escrito tan rápido.

Sábado 7 de agosto. 02:10 am.

Otro día perdido laboralmente. No he sido capaz de cruzar el umbral de la puerta. Lo que comenzó solucionando una pequeña mancha de humedad terminó pintando todo el techo del baño. Como tenía pintura de sobra me puse manos a la obra y pinté dos habitaciones enteras. También arregle todos los enchufes, enceré los muebles, tapicé un par de sillas que estaba restaurando y acabé un puzle de 3.500 piezas que me encontré en la despensa mientras colocaba los trastos.

Inconscientemente realicé estas tareas creyendo que tan solo me había llevado una hora, gran error. He dejado pasar otra oportunidad, pero al menos he encontrado al culpable de esta serie de fracasos: la droga.

No volveré a caer en el mismo error.

Sábado 7 de agosto. 17:35 pm.

¡Grandes noticias! Este mediodía cuando bajé a comprar el pan, me abordó una joven con rastas de colores para preguntarme si me gustaría asistir a una fiesta que se iba a realizar esa misma tarde. Una gran sonrisa surgió de mi cara y le respondí que claro que sí.

La chica me entregó una especie de mapa donde aparecía la ubicación. La fiesta se realizaría en una casa payesa cerca de Sant Joan. En el croquis aparece el punto quilométrico exacto en el que hay que tomar un camino de tierra, por el que hay que avanzar 3,5 km hasta llegar al lugar de la fiesta.

He repasado mi peinado y me corte de pelo, me he vestido con el outfit de los llamados clubbers y he sustituido los tatuajes temporales que se estaban despegando por unos nuevos. Nada me va a detener esta vez, acudiré sin los efectos de ninguna sustancia estupefaciente y lograré llevar a cabo mi misión con éxito.

Hoy va a ser mi día.

Domingo 8 de agosto. 14:22 pm.

Antes de meterme en la cama a descansar y a tratar de olvidar los fragmentos de las últimas horas que aún permanecen en mi memoria, es de justicia que los escriba en mi diario para analizarlos posteriormente y poder adivinar qué demonios ha salido mal.

Llegué al lugar de la fiesta sin problemas, las indicaciones eran perfectas. Había más de 30 coches aparcados fuera de la casa, lo que indicaba que me encontraba ante una pieza de caza mayor.

En la entrada estaba la chica de las rastas de colores, me saludó y me ofreció un chupito de hierbas ibicencas y una galletita con trocitos de chocolate. Acepté la invitación y tras saborear aquel delicioso dulce me introduje en la fiesta. Había un DJ pinchando en el jardín y unas 40 personas bailando desenfrenadas. Antes de avisar a la policía debía conseguir más información, sobre todo quienes eran los organizadores de aquel evento. Para no levantar sospechas me uní al gentío bailando a mi manera, tratando de interactuar con la gente. A mi lado había una mesa con una bandeja llenas de las galletitas que me habían ofrecido antes. Una de mis grandes debilidades son los dulces, así que entre baile y baile me acercaba a comer una de esas delicias de chocolate.

Todo iba perfectamente hasta que algo extraño comenzó a suceder. Mientras bailaba localicé un dragón ibicenco en una pared, mis ojos no podían apartarse de él, ya que de su piel salían brillos de colores. Comencé a sentir el aire más denso, mis manos podían tocar su humedad. De repente una mueca de felicidad absurda surgió de mi cara y me acerqué al dragón para acariciarlo mientras me comía otra galleta.

A partir de aquí solo tengo vagos recuerdos de lo sucedido, fotografías difusas. Recuerdo estar bailando con una gallina en la mano, tirado en el suelo mientras escanciaban botellas de hierbas en mi boca, trepar por un algarrobo y bañarme desnudo en la piscina rodeado de hinchables de animales.

No sé cómo, pero acabé en una cala, sentado en la arena junto a un grupo de gente colorida. Mirábamos embelesados el amanecer y bailábamos alrededor de una hoguera mientras nos pasábamos un humo espeso por la boca. Desperté en el asiento de detrás de mi coche, rodeado de migas de galletas de chocolate y con tanta sed que me hubiera bebido el anticongelante de mi Ford Focus.

En definitiva un nuevo fracaso. Logré infiltrarme en una fiesta ilegal, pero no fui capaz de terminar el trabajo. La atmósfera de aquel lugar, la música y las galletitas me sumieron en un estado alucinógeno que no me permitió reaccionar. Ante esta nueva decepción tengo que platearme muy seriamente mi continuidad en una tarea tan complicada. ¿Merece la pena tanto esfuerzo? ¿Merece la pena sacrificar mi tiempo para solucionar algo que difícilmente tiene solución?

Mientras escribo estas últimas líneas me asaltan sentimientos encontrados. Por una parte quiero perderme en Morna y dejar que esto se solucione pos sí solo. Pero también el orgullo me anima a no tirar la toalla, a seguir con mi misión para no ponerles las cosas fáciles a los llamados clubbers. Alguien debe detenerles.

Jonatan Gutiérrez.