TIME LOST:

¿Y SI OSCAR MULERO HUBIERA NACIDO EN BERLÍN?

Vivimos en una época donde la teoría de los universos paralelos tiene cada vez más adeptos. Una teoría que explica que existen infinitas realidades en las que nuestras vidas transcurren de manera diferente. Utilizando esta teoría y dejando rienda suelta a mi imaginación, quiero especular qué hubiera sido de nuestros referentes electrónicos si hubieran nacido en otro país y hubieran desarrollado su carrera en un contexto más favorable a la cultura clubbing. Con ello quiero demostrar y denunciar que si nuestros DJs no tienen una repercusión global no es por su falta de talento, se debe únicamente al territorio hostil por el que transitan y que les posiciona injustamente en la segunda o tercera fila de la escena musical nacional. Por eso os quiero invitar a jugar, a cerrar los ojos y a pensar qué hubiera sido de la carrera de Óscar Mulero si hubiera nacido en Berlín.

Hijo de inmigrantes españoles, Óscar Mulero nació en Berlín en 1971, en una ciudad traumatizada por la división física y moral que suponía su famoso muro. Su padre compaginaba su trabajo con su afición por la música, era batería en una banda alemana de los setenta y de vez en cuando se atrevía a pinchar a sus artistas favoritos en garitos del sur de Berlín. El sonido de los vinilos de Chicago, Earth Wind and Fire, Tina Turner, quedó grabado en la memoria de Óscar, aquellos primeros acordes fueron los precursores de una gran carrera como DJ. El adolescente Mulero no tenía muy claro qué hacer con su vida, estudiaba, trabajaba en un taller de coches y tocaba el bajo en una banda de rock. De manera casual, para sustituir a un colega que no podía asistir a un bolo, Óscar Mulero debutó detrás de una mesa de mezclas oficialmente.  Comenzó pinchando after-punk y EBM, tras escuchar a Nitzer Ebb, A Split Second y Front 242, quedó irremediablemente contagiado por la música electrónica.


Óscar cumple 18 años y en Berlín cae el Muro. Una explosión de felicidad, de libertad impacta en la ciudad y en su circuito cultural, que se expande dando a luz nuevos clubs y espacios musicales. En West Berlin triunfaba UFO, el club mítico de Acid House en el que pinchaban dos leyendas como DJ Westban y Dr. Motte. Pero a Óscar le interesaba más lo que se estaba fraguando en el Este de la ciudad, donde se había abierto paso un sonido solido, duro, contundente y en el que lo vocal no tenía cabida. La música electrónica estaba en ebullición en Berlín, y Oscar Mulero estaba en el epicentro de ese movimiento. Sus sesiones en Der Bunker, E-Werk y sobre todo en Tresor (gracias a su relación con Mark Ernestus, creador de la mítica tienda de discos Hard Wax), le situaron en un lugar preponderante de la escena techno berlinesa.

A mediados de los años 90 el espíritu inicial del movimiento electrónico comienza a dar signos de fragilidad. Lo que había nacido desde lo underground se iba popularizando e inevitablemente comercializando. Mulero siguió su camino ajeno a las nuevas modas y totalmente inmune a los cantos de sirena. Aunque fue protagonista de las primeras ediciones de la Love Parade, cuando vio en el monstruo incontrolable en el que se estaba convirtiendo decidió dar un paso al lado. Algo parecido le pasó con Ibiza, sus primeras actuaciones fueron divertidas pero poco a poco se dio cuenta que se venía un futuro de zonas vip, entradas a 60 euros y música comercial.

En poco tiempo Óscar Mulero se convirtió en sinónimo de resistencia, de fidelidad a unos principios y de lucha activa por las raíces del techno. Eso le convirtió en una leyenda en Berlín, hasta tal punto que en las paredes desconchadas de la vieja capital alemana se llenaron de grafitis con el nombre de Mulero. Este ascenso al Olimpo berlinés no pasó desapercibido para el resto del mundo, los mejores clubs de techno y festivales comenzaron a llamar a la puerta de Óscar. Su sonido comenzó a ser global y sus vinilos se agotaban en las tiendas más prestigiosas de discos del mundo. Y lo más importante, se convirtió en un ejemplo y un faro para miles de jóvenes que querían comenzar una carrera con criterio.


Durante los años finales del siglo XX y con el comienzo del siglo XXI un nuevo sonido se instaló en Berlín, el nacimiento del sello Perlon y sus fiestas en PanoramaBar, también del sello Kompakt, la llegada de Richie Hawtin y Magda, y el florecimiento de Ricardo Villalobos. Aquella moda del minimal no afectó a la trayectoria de Mulero, pese a su apuesta por otra forma de crear techno las cabinas de los mejores clubs de la ciudad seguían a su disposición.  Watergate, Bar 25 y Berghain supieron adaptarse a los gustos de Mulero programando actuaciones que terminaron siendo éxitos rotundos. Su nombre tenía tanto tirón que años más tarde el mismísimo Berghain le ofreció una residencia vitalicia.

Muchos pensaron que con la llegada del EDM y la popularización planetaria de la música electrónica, sus samuráis techno se desvanecerían poco a poco. Una vez más la prensa especializada erró el tiro y la leyenda de Óscar Mulero se incrementó entre aquellos que se resistían en caer bajo las garras de los sonidos complacientes. Su rostro comenzó a ser tendencia en los salones de tatuajes más cool de Berlín, su nombre fue impreso en miles de camisetas negras, se escribió un par de libros sobre su vida, se rodó un documental y los principales medios de comunicación del país le catapultaron a la fama como referente de la música electrónica mundial.

Hoy en día Óscar Mulero continúa trabajando desde su estudio berlinés, se ha convertido en un habitual de museos de arte moderno, colabora con grandes cineastas en sus bandas sonoras y encabeza los line ups de las mejores fiestas y festivales de los cinco continentes. Su nombre se encuentra en lugar destacado de la historia del clubbing y las nuevas generaciones de DJs le nombran como causante de su adicción al techno. Óscar lleva la celebridad con buen talante, no es de los que huyen, así que te lo puedes encontrar tomando unas cervezas en un garito berlinés o paseando por su rincón favorito para escaparse de la rutina: Asturias.

Si Óscar Mulero hubiera nacido en Berlín, Alemania hubiera caído a sus pies rendida ante un talento tan descomunal, y con la estructura que maneja su industria su carrera habría explotado en los cinco continentes Pero nació en España, en un país que no valora los méritos de los artistas electrónicos, que los minimiza y los desplaza por intranscendentes. Aunque su nombre es venerado y respetado por todos aquellos que entienden algo de música electrónica de este país, la gran mayoría de los españoles desconocen que entre ellos vive un monstruo de la música electrónica que nada tiene que envidiar a los gurús internacionales del techno más purista. Si Óscar Mulero hubiera nacido en Berlín.., que gran pérdida para nuestro país.

Jonatan Gutierrez

 

Tags: